Durante esta semana, han participado en una movilidad formativa en el centro social La Cocotte Solidaire, una organización sin ánimo de lucro que impulsa valores como la inclusión, la solidaridad y la sostenibilidad, a través de la cocina comunitaria, el trabajo colaborativo y la educación intercultural.

Una experiencia inolvidable que ha unido el aprendizaje del idioma francés con el compromiso social y el descubrimiento de nuevas realidades.

🌍 ¿Qué haremos durante la semana?
  • Participaremos en talleres colaborativos con personas locales y voluntariado internacional.

  • Exploraremos el valor de la solidaridad, el intercambio intercultural, la economía circular y el consumo responsable.

  • Descubriremos la ciudad de Nantes a través de visitas culturales guiadas, actividades en entornos naturales y paseos patrimoniales.

  • Tendremos la oportunidad de practicar la lengua francesa en contextos reales, integrándonos en la vida cotidiana de la ciudad.

Esta movilidad busca fomentar la ciudadanía activa, el aprendizaje entre iguales y el compromiso social, al tiempo que ofrece una inmersión lingüística y cultural única.

Grupo 1

Del 21 al 26 de junio, Toñi, Gloria, Fernanda, Inma y Mila —alumnas de francés de la Escuela Oficial de Idiomas de Estepona— han disfrutado de una enriquecedora experiencia Erasmus+ en Nantes (Francia), en el marco de nuestro proyecto acreditado 2024-1-ES01-KA121-ADU-000203934.

Día 1 – ¡Comienza nuestra aventura Erasmus+ en Nantes!

Nuestra aventura dio comienzo en la estación de autobuses de Estepona, donde nos reunimos para iniciar el viaje rumbo a Nantes (Francia), dentro del marco del programa Erasmus+. A las 10:25 tomamos el autobús hacia el aeropuerto de Málaga, desde donde teníamos previsto coger el vuelo V7 2215 con salida a las 13:50 y llegada estimada a las 16:00.

El trayecto fue tranquilo y sin contratiempos. Aterrizamos puntualmente en Nantes, donde nos recibió una calurosa bienvenida… en todos los sentidos: la ciudad nos esperaba con un intenso episodio de ola de calor, el ya célebre «week-end de canicule à Nantes».

De camino al hotel, tomamos el transporte público, perfectamente guiadas por Juan, quien, con todo milimétricamente organizado (¡gracias por el excelente trabajo!), nos fue explicando con entusiasmo cada rincón por el que pasábamos, convirtiendo el trayecto en una primera clase de historia y cultura local.

Hacia las 17:30 llegamos al hotel Le Petit Duquesne, situado en pleno centro, en el Cours des 50 Otages, conocido como los «Champs Élysées» de Nantes. Desde allí, disfrutábamos de unas estupendas vistas con la imponente Torre Bretagne como referencia, el cuarto rascacielos más alto de la región y símbolo del distrito financiero.
Todo perfecto en el alojamiento… salvo un pequeño detalle: ¡nos tocó la cuarta planta sin ascensor! Así que subimos las maletas como auténticas aventureras, con humor y buen ánimo.

Después de una ducha rápida, a las 18:30 salimos a recorrer por primera vez las encantadoras calles de Nantes. Y, como si el destino lo hubiera planeado para nosotras, llegamos justo el 21 de junio, día de la “Fête de la Musique”, que se celebra en toda Francia coincidiendo con el solsticio de verano.
Esta festividad tiene como objetivo promover la música en dos vertientes: por un lado, animar a los músicos aficionados a tocar voluntariamente en la calle; y por otro, organizar conciertos gratuitos en espacios públicos, abiertos a todos los estilos musicales y públicos.

Las calles estaban llenas de vida, con grupos y artistas tocando en cada esquina. En la Basílica de San Nicolás, un precioso edificio neogótico, nos encontramos con un coro góspel que empezaba su actuación en la puerta principal. Fue un momento mágico.

Continuamos nuestro recorrido por la Place Royale, respirando el ambiente vibrante de la ciudad, hasta llegar al encantador restaurante Le Coin des Crêpes, donde teníamos mesa reservada a las 19:30. Allí degustamos las tradicionales galettes bretonnes, unas crêpes saladas elaboradas con trigo sarraceno, típicas de la región. Aprendimos que en la gastronomía bretona se distingue entre las crêpes dulces, hechas con trigo, y las galettes, pensadas para rellenos salados. Todo estaba exquisito.

Tras la cena, seguimos caminando por las calles animadas: pasamos por la Galeries Lafayette, la École Supérieure des Beaux-Arts, donde una agrupación de instrumentos de viento tocaba en el jardín central, y seguimos descubriendo rincones encantadores hasta llegar al majestuoso Château des Ducs de Bretagne. Aunque la visita al interior estaba prevista para otro día, lo rodeamos mientras caía la noche y vivimos nuestra primera toma de contacto nocturna con la ciudad.

Finalmente, regresamos al hotel para descansar, conscientes de que nos esperaban unos días intensos y llenos de experiencias.
Aunque estábamos cansadas, algunas aún tuvimos energía para tomarnos una copa y bailar un poco antes de dormir. La emoción del primer día era tan fuerte… que no podíamos dejar de celebrar.

Día 2 – Descubriendo Saint-Gilles-Croix-de-Vie: un domingo entre sardinas, marismas y hospitalidad francesa

El domingo 22 vivimos una jornada muy especial: realizamos una excursión a Saint-Gilles-Croix-de-Vie, un encantador pueblo costero situado en la región de la Vendée, a tan solo una hora en tren desde Nantes. Este pintoresco municipio atlántico, con su aire marinero y su historia ligada al mar, es especialmente conocido por su larga tradición sardinera, que se remonta al siglo XVII.

Tuvimos la suerte de contar con la cálida compañía de la familia francesa de Juan, nuestro profesor, quienes nos hicieron de guías locales y nos permitieron descubrir rincones auténticos que quizás no habríamos conocido de otra manera.

Una de las paradas más interesantes fue la visita a la conserverie La Perle des Dieux, una fábrica-museo de conservas de sardinas con un legado centenario. Allí aprendimos sobre el meticuloso proceso de elaboración artesanal y el papel que esta industria ha jugado en el desarrollo económico y cultural de la ciudad. Además, pudimos degustar diferentes especialidades: sardinas marinadas, en aceite de oliva, con hierbas… ¡una delicia para el paladar!

Tras la visita, dimos un pequeño paseo por las calles del pueblo, admirando sus casas de pescadores con contraventanas de colores y su animado puerto pesquero. Luego nos dirigimos a un acogedor restaurante local para almorzar. La carta, como no podía ser de otra manera, estaba protagonizada por productos del mar. Saboreamos sardinas frescas a la plancha y unos mejillones exquisitos, preparados al estilo tradicional.

Por la tarde, disfrutamos de una experiencia inolvidable: un paseo en barco por Les Marais de la Vie, las marismas que rodean el río Vie. Durante el recorrido, pudimos admirar las vistas panorámicas de la ciudad, el puerto, la desembocadura del río y el entorno natural que la rodea, hogar de numerosas aves y fauna autóctona. Fue un momento de paz y conexión con la naturaleza que nos permitió cerrar el día con una sonrisa.

Regresamos a Nantes con el corazón lleno de gratitud y la mochila repleta de recuerdos inolvidables. Saint-Gilles-Croix-de-Vie nos ofreció no solo paisajes y sabores, sino también una muestra del auténtico espíritu acogedor de la Vendée. ¡Un día que quedará grabado en nuestra memoria!

Día 3 – Arte, historia y naturaleza en estado puro: un tercer día inolvidable en Nantes

Nuestro tercer día en Nantes comenzó con una breve pero productiva sesión de trabajo dedicada a completar nuestro «Carnet de Voyage», un cuaderno de actividades escolares diseñado para reflejar nuestras vivencias, aprendizajes y emociones durante la movilidad Erasmus+. Afortunadamente, el tiempo se nos pasó volando entre recuerdos, dibujos y reflexiones, lo que nos permitió empezar las visitas programadas con energías renovadas.

La primera parada del día fue el Musée d’Arts de Nantes, un auténtico tesoro cultural que alberga una impresionante colección de obras desde la Edad Media hasta el arte contemporáneo. Nos sorprendió la elegancia del edificio, la luminosidad de sus salas y la calidad de las piezas expuestas. Pinturas, esculturas y obras modernas se entrelazaban en un recorrido que despertó nuestra curiosidad y admiración.

Después de esta inmersión artística, nos dirigimos al Jardin des Plantes, uno de los espacios verdes más emblemáticos de la ciudad. Entre árboles centenarios, plantas exóticas y esculturas sorprendentes –algunas de ellas de estilo contemporáneo y otras integradas con humor en el paisaje natural–, disfrutamos de un paseo relajante que nos permitió desconectar y reconectar con la naturaleza.

La siguiente visita fue al imponente Château des Ducs de Bretagne, una fortaleza cargada de historia que domina el corazón de Nantes. Paseamos por sus murallas, admiramos su arquitectura y nos asomamos al foso, transportándonos por un momento a otra época. El castillo, que también alberga el Museo de Historia de Nantes, es una visita imprescindible para entender la identidad y el pasado de la ciudad.

La tarde continuó con un paseo por el centro histórico, donde nos dejamos llevar por el encanto de sus calles empedradas y sus boutiques llenas de estilo. Entre escaparates, pequeñas compras y conversaciones animadas, sentimos el verdadero pulso de Nantes, una ciudad viva, creativa y acogedora.

Como broche final a un día tan completo, compartimos una deliciosa cena en buena compañía. La comida fue excelente, pero lo que realmente hizo especial la velada fue la complicidad del grupo, las risas compartidas y la sensación de estar viviendo algo único.

Día 4 – Una jornada inolvidable en Nantes: entre naturaleza, sabores y complicida

Durante nuestra estancia en Nantes, vivimos una experiencia que difícilmente olvidaremos. Todo comenzó al salir del hotel, cuya referencia inconfundible era la Tour de Bretagne. Visible desde casi cualquier punto de la ciudad, esta torre emblemática se convirtió en nuestro faro, nuestra brújula durante todo el viaje.

Caminamos por las animadas calles en dirección a La Cocotte Solidaire, pasando por la plaza Charles de Gaulle. La Cocotte es mucho más que una cocina: es un espacio de encuentro donde compartir, ayudar y crear lazos se convierte en el ingrediente principal. Tras las presentaciones, nos pusimos manos a la obra.

Nos repartimos las tareas: mientras unas preparaban un banana bread, otras elaboraban diferentes platos llenos de sabor. El ambiente era alegre y cercano: cocinábamos entre risas, aromas, complicidad… y todo, en francés. Fue una manera preciosa y natural de practicar el idioma, en un entorno real y profundamente humano.

Al terminar, nos sentamos todas a la mesa. Compartimos la comida y las sonrisas en un ambiente familiar, lleno de generosidad y calidez. Fue una de esas comidas que no se olvidan, no solo por el sabor, sino por la conexión entre personas.

La tarde continuó con un paseo que nos permitió descubrir la increíble riqueza natural de Nantes. Las hortensias, en plena floración, nos regalaron una explosión de colores. Caminamos entre parques y jardines perfectamente integrados en la ciudad, lo que demuestra el fuerte compromiso de Nantes con el medio ambiente y el bienestar de sus ciudadanos.

Una parada especialmente conmovedora fue el Memorial de la Abolición de la Esclavitud. Allí, una frase nos impactó profundamente: “Une chose criminelle ne doit jamais être nécessaire” (“Una cosa criminal nunca debe ser necesaria”). También vimos la palabra Liberté escrita en decenas de idiomas: un poderoso símbolo de respeto, inclusión y memoria histórica.

Más tarde, probamos los famosos merveilleux, unos pasteles deliciosos que hicieron honor a su nombre. Y como colofón perfecto, visitamos el mundo mágico de Les Machines de l’Île, donde un majestuoso elefante mecánico caminaba entre los visitantes, rociándonos con agua y despertando nuestra imaginación. Aunque era la única máquina activa ese día, en el aeropuerto tuvimos una última sorpresa: unos patos mecánicos colgaban del techo, como una despedida poética de todo lo vivido.

La jornada terminó con una cena espectacular: algunas degustamos pato, otras optaron por gambas… todas coincidimos en la excelencia de los sabores y el ambiente del restaurante. Fue el broche de oro para un día lleno de emociones.

Queremos cerrar este relato con un agradecimiento muy especial a Juan Antonio Ortiz, el alma de esta experiencia. Gracias a su energía, generosidad y a su forma de liderar con el corazón, vivimos momentos únicos, llenos de humanidad, alegría y emoción. Siempre supo cómo hacernos sentir como en casa, creando un ambiente de confianza que nos permitió disfrutar al máximo de esta maravillosa aventura.

Día 5: Solidaridad, arquitectura y musica

La mañana comenzó con nuestra segunda jornada en La Cocotte Solidaire, ese espacio acogedor que ya sentíamos como parte de nuestro hogar en Nantes. Al llegar, nos presentamos y conocimos a las personas con quienes compartiríamos la experiencia del día: recoger alimentos donados y cocinarlos juntas, con todo lo que ello implica de generosidad, aprendizaje y trabajo en equipo.

Entre charlas, risas y confidencias, fuimos picando tomates, limpiando frutas, preparando un bizcocho de plátano y organizando todo para el almuerzo. Lo que empezó como una actividad voluntaria se convirtió rápidamente en una vivencia profundamente humana. En torno a la mesa, el ambiente se volvió casi mágico: uno se siente parte de una gran familia en la que todo se comparte y cada gesto importa. Y al salir, caminando por el bellísimo jardín japonés junto al río Erdre, nos invadía una sensación de plenitud difícil de describir. La solidaridad, en Nantes, se vive con el corazón.

Por la tarde, recibimos con entusiasmo a nuestras compañeras del Grupo 2, que acababan de llegar, y juntos visitamos uno de los iconos arquitectónicos de la ciudad: la Maison Radieuse del visionario Le Corbusier. Volver a ese edificio fue como cerrar un círculo: comprender cómo la arquitectura también puede ser un acto de generosidad, pensado para mejorar la vida de las personas.

Más tarde, regresamos a La Cocotte Solidaire para compartir la última cena y asistir a un emotivo concierto de la cantante Ariadna Monteverdi. Su voz, íntima y poderosa, nos acompañó en este cierre perfecto de nuestra estancia. La noche terminó, como tantas otras, con un mojito, sonrisas y buenos deseos para las nuevas compañeras que apenas comenzaban su aventura.

Día 6 – Au revoir

A las cuatro de la madrugada, partimos rumbo al aeropuerto de Nantes. Aterrizamos en Málaga sobre las 9:00, cansadas, con los pies hinchados, pero con el corazón lleno.

Y volvimos con algo más: la certeza de que este viaje ha transformado nuestra manera de ver el francés. Hemos ganado soltura, seguridad, y la confirmación de que todos estos años de estudio han dado sus frutos. Porque no solo pudimos comunicarnos perfectamente en Francia, sino que disfrutamos intensamente de su cultura, su gente y su forma de vida.

Gracias, Juan Antonio, por brindarnos esta oportunidad única. Ha sido una experiencia inolvidable, de las que marcan un antes y un después

Grupo 2

Del 25 al 29 de junio, Mariem, Alicia, Ana y María —alumnas de francés de la Escuela Oficial de Idiomas de Estepona— han disfrutado de una enriquecedora experiencia Erasmus+ en Nantes (Francia), en el marco de nuestro proyecto acreditado 2024-1-ES01-KA121-ADU-000203934.

El segundo grupo de francés han participado en una movilidad formativa en el centro social La Cocotte Solidaire también realizando las mismas actividades que el grupo anterior.

Día 1 – Llegada a Nantes y primeros descubrimientos

La aventura comenzó muy temprano: salimos de Manilva a las 5:30 de la mañana, aún con la luna como compañera de viaje. A las 7:20 tomamos el autobús rumbo al aeropuerto, cargadas de ilusión y alguna que otra almohada improvisada para sobrevivir al madrugón.

Nuestro vuelo despegó puntualmente a las 8:50, y tras un trayecto tranquilo y lleno de expectativas, aterrizamos en Nantes a las 11:00. Nos recibió con una brisa suave y el cielo parcialmente despejado, ideal para empezar a explorar la ciudad.

En el aeropuerto nos esperaba Juan, el director de nuestra Escuela Oficial de Idiomas, quien nos acompañó hasta La Cocotte Solidaire, el corazón del proyecto de movilidad. Allí nos dieron una cálida bienvenida y compartimos un delicioso almuerzo preparado con esmero por nuestras compañeras. El ambiente era acogedor y familiar, y desde el primer momento sentimos que formábamos parte de algo especial.

Por la tarde visitamos uno de los hitos arquitectónicos más importantes del siglo XX: la Maison Radieuse, del célebre arquitecto Le Corbusier. Este edificio, con su diseño vanguardista y su funcionalidad revolucionaria para la época, nos dejó impresionadas. Sus espacios amplios, los juegos de luz y color, y su concepto de vivienda colectiva siguen siendo inspiradores hoy en día. No en vano ha sido reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Tras la visita, regresamos al hotel para descansar un poco y recargar energías. Más tarde volvimos a La Cocotte Solidaire, donde asistimos a un concierto íntimo de Ariadna Monteverdi, una experiencia musical envolvente y emotiva que puso el broche de oro a nuestro primer día.

Y como toda buena jornada merece un final alegre, nos unimos al otro grupo cerca del hotel y brindamos con unos mojitos. Fue un momento distendido, lleno de risas y complicidad, perfecto para cerrar un día tan intenso como inolvidable.

Día 2 – Historia, naturaleza, caminata… ¡y agujetas hasta en las pestañas!

El segundo día comenzó con energía (y algo de sueño) a las 7:00 de la mañana. Después de un buen desayuno a las 8:00, nos reunimos con Juan, nuestro profesor, para iniciar una jornada repleta de cultura, paisajes y pasos… muchos pasos.

Nuestra primera parada fue la Catedral de San Pedro y San Pablo, una imponente construcción gótica que nos dejó impresionadas por la altura de sus bóvedas, su luminosidad y la historia que respira cada rincón. Continuamos con la visita al Passage Pommeraye, una joya arquitectónica del siglo XIX y la galería comercial más antigua de Nantes. Sus escaleras majestuosas, su luz natural y sus escaparates cuidados nos transportaron a otra época.

Después, nos esperaba un relajante paseo en barco por el río Loira. Mientras navegábamos, el cielo decidió regalarnos una buena dosis de lluvia, pero eso no impidió que disfrutáramos del recorrido. Aprovechamos el momento para refugiarnos bajo cubierta, charlar y entrar en calor con una bebida caliente. Fue una pausa acogedora en medio del trajín.

A la hora de comer, nos dimos un auténtico homenaje gastronómico con un clásico del norte de Francia: moules-frites, es decir, mejillones con patatas fritas. El aroma del mar y las salsas variadas nos conquistaron. Algunas remataron el almuerzo con un café y un pastel típico de la zona. ¡Energía renovada!

Con el estómago contento, nos sentamos en un parque cercano para hacer una actividad muy especial: unos deberes creativos sobre la historia de Nantes, preparados por Juan. Fue una manera divertida y reflexiva de conocer mejor la ciudad que estábamos explorando.

La tarde continuó con un auténtico maratón cultural: visitamos el Castillo de los Duques de Bretaña, símbolo de la ciudad y testigo de siglos de historia; paseamos por el maravilloso Jardín de las Plantas, un oasis verde con rincones artísticos y flores exóticas; y terminamos en el Lycée Clemenceau, donde entramos al interesante museo de historia natural. La colección de animales, fósiles y minerales fue una sorpresa inesperada y fascinante.

Para cenar, optamos por algo rápido y sabroso: un kebab bien merecido tras tanto ajetreo. Finalmente, regresamos al hotel hacia las 22:00, exhaustas pero muy satisfechas.

El podómetro no mentía: ¡21.285 pasos! Exploramos Nantes de arriba abajo, de día y de noche. Terminamos con los pies doloridos y las piernas temblorosas, pero con la mente y el corazón llenos de aprendizajes y buenos momentos. Sin duda, fue un día completo que valió cada paso.

Día 3 – Solidaridad, cultura… ¡y mucho sabor bretón!

Hoy fue un día diferente, más pausado pero profundamente enriquecedor. Nos sumergimos de lleno en el espíritu de La Cocotte Solidaire, colaborando activamente en sus tareas diarias. La jornada comenzó con energía y buen humor: mientras dos de nosotras salimos al mercado local a recoger donaciones de frutas, verduras y otros productos frescos para la comida del día siguiente, las otras dos nos quedamos en la cocina, manos a la obra, preparando el almuerzo del día.

El menú que elaboramos fue tan variado como colorido: berenjenas al horno, brócoli y zanahorias al vapor, una ensalada fresca de lechuga, albóndigas de polenta con queso, melón y sandía con queso feta, y de postre, una macedonia de frutas que fue la guinda perfecta para una comida saludable, sabrosa y, sobre todo, elaborada con cariño y en equipo.

Después de compartir el almuerzo con el resto de voluntarios y participantes, salimos a respirar un poco de aire fresco y fuimos a visitar el precioso Jardín Japonés de la Isla de Versalles, un remanso de paz en medio de la ciudad, con puentes, bonsáis y estanques que invitaban a la contemplación. Allí, el director del colegio aprovechó para hacernos unas fotos de grupo, que seguramente quedarán como un bonito recuerdo de este día tan especial.

Más tarde nos acercamos al centro para hacer algunas compras y descubrimos, con sorpresa y entusiasmo, que la ciudad entera se estaba transformando: se estaban ultimando los preparativos para Le Voyage à Nantes, un evento cultural que convierte a Nantes en un museo al aire libre durante todo el verano. Esculturas, instalaciones, murales y obras de arte contemporáneo comienzan a aparecer en los lugares más insospechados, convirtiendo el paseo por la ciudad en una auténtica aventura creativa. La inauguración del festival se celebra con La Nuit du VAN, una noche vibrante con música en directo, espectáculos y actividades para todos los públicos. ¡Y mañana estaremos allí para vivirlo en primera persona!

Para terminar el día, fuimos a una crêperie típica y nos dejamos seducir por los sabores de la Bretaña. Cada una eligió un crêpe salado (galette) como plato principal y un crêpe dulce de postre, todo acompañado de sidra bretona, servida en sus tradicionales cuencos de cerámica. Fue una experiencia gastronómica auténtica, deliciosa y muy francesa.

On s’est bien régalé ! No solo comimos bien, sino que disfrutamos de cada momento con los cinco sentidos. Sin duda, un día para saborear con calma… y recordar con una sonrisa.

Día 4 – Descubriendo nuevos rincones de Nantes

Nuestro último día en La Cocotte Solidaire comenzó a las 9:30 de la mañana. Nada más llegar, compartimos un café y nos presentamos al resto de participantes. Luego organizamos el menú del día: mientras algunas fuimos al mercado a recoger ingredientes frescos, otras comenzaron a pelar berenjenas, patatas y verduras para preparar el almuerzo destinado a una treintena de personas.

Durante la jornada tuvimos la oportunidad de conocer a la encantadora familia de Juan, quienes nos acogieron con gran amabilidad y calidez. Tras finalizar nuestras tareas en la cocina, regresamos al hotel para descansar hasta media tarde.

A las 16:30 nos reencontramos con Juan para continuar con las visitas culturales. Nuestra primera parada fue el Museo Julio Verne, inaugurado en 1978 con motivo del 150 aniversario del nacimiento del célebre escritor. Allí nos sumergimos en su universo literario a través de libros, manuscritos originales, documentos históricos y experiencias multimedia que nos transportaron al corazón de sus fantásticas aventuras.

Después, nos dirigimos a Les Machines de l’Île, donde pudimos admirar impresionantes estructuras mecánicas como un colibrí, una araña, un camaleón y el icónico elefante de doce metros de altura, que con su trompa lanzaba agua y fascinaba a grandes y pequeños.

Ya al atardecer, dimos un paseo por Le Cours Cambronne, una elegante avenida arbolada flanqueada por majestuosos edificios neoclásicos. A continuación, nos unimos a la inauguración de La Nuit du VAN, un evento cultural que transforma la ciudad en un escenario artístico al aire libre, con instalaciones sorprendentes y espectáculos callejeros en diferentes rincones.

Para cenar, elegimos el restaurante Le Coq, donde disfrutamos de una agradable velada en una terraza con mucho encanto. Y para terminar el día con buen sabor de boca, nos tomamos una copa en la Place Bouffay, junto a la escultura Éloge du pas de côté, símbolo artístico y provocador de la ciudad.

Día 5 – Fin de una aventura inolvidable

El último día amaneció caluroso. Tras desayunar, dejamos el hotel a las 11:00 y llevamos nuestras maletas a otro hotel cercano, donde nos las guardaron temporalmente. Como aún teníamos tiempo antes de partir y el calor apretaba, buscamos refugio en una cafetería, donde tomamos un té y descansamos un rato.

Más tarde, tomamos el tranvía hacia Gare de Pont Rousseau, donde nos esperaban Juan y sus padres adoptivos para acompañarnos al aeropuerto. Antes de embarcar, compramos unos bocadillos para el almuerzo.

Así concluyó nuestra experiencia en Nantes: cinco días intensos, llenos de descubrimientos, aprendizaje, momentos compartidos y vivencias que recordaremos con cariño. Un viaje que nos ha enriquecido no solo lingüística y culturalmente, sino también a nivel personal.